Transmitir la fe, por lo tanto, equivale a transmitir un estilo de vida como testimonio fiel de haber fijado nuestra mirada en el rostro de Jesucristo y habernos convertido en sus discípulos.
La transmisión de la fe, entonces, inicia aquí: de la credibilidad de nuestro vivir como creyentes y de nuestra convicción de que la gracia actúa y transforma hasta el punto de convertir el corazón.
Mirar al futuro con la certeza de una esperanza verdadera es lo que nos permite no permanecer encerrados ni en una especie de nostalgia que mira solo al pasado como si solo ayer las cosas iban bien, ni caer en un horizonte de utopía encantados por hipótesis que no podrán realizarse.
Es el tiempo de abrir de par en par las puertas y volver a anunciar la resurrección de Cristo de quien somos testigos.
Si alguno quiere reconocer a los cristianos, lo debe poder hacer por el compromiso de ellos en la fe, no por sus intenciones. Hacemos actuales una vez más, por lo tanto, las palabras del Papa Francisco dirigidas a vosotros: “Que vuestras iniciativas sean «puentes», senderos para llevar a Cristo, para caminar con Él. Y, con este espíritu, estad siempre atentos a la caridad. Cada cristiano y cada comunidad es misionera en la medida en que lleva y vive el Evangelio, y da testimonio del amor de Dios por todos, especialmente por quien se encuentra en dificultad. Sed misioneros del amor y de la ternura de Dios. Sed misioneros de la misericordia de Dios, que siempre nos perdona, nos espera siempre y nos ama tanto”.


