Muchos cofrades nunca hemos perdido la esperanza de que nuestra Iglesia, a nivel universal (algo diferente a lo que ocurre en muchos contextos locales), reconociese de esta forma especial la importancia de las Hermandades y Cofradías (de la religiosidad popular) en el camino común de nuestra fe, llevándola hasta el mismo centro del Catolicismo. Hay un hecho indiscutible: las Hermandades y Cofradías constituyen una realidad eclesial más (y debe reconocérsenos como tal), aunque muchas veces parezca ajena (algo en lo que también tenemos, en muchas ocasiones, responsabilidad las propias corporaciones). Este reconocimiento del Papa Francisco, para este próximo Jubileo, en el que precisamente la esperanza es su eje central, es muy importante. Puede decirse, incluso, que es hasta un acto de justicia. Las Hermandades y Cofradías tienen su sentido en la Iglesia, son parte de la Iglesia y deben verse como una realidad eclesial que tiene un enorme potencial y que tendrá mucho que decir en los tiempos que corren.
Nos hallamos en un contexto complejo para la Iglesia, pero también para todo el ámbito de las denominadas religiones tradicionales. El mundo que nos toca vivir, impulsado por una voluntad de progreso materialista y superficial, mira con sospecha lo religioso, pero, paradójicamente, busca sustitutivos (pseudo)espirituales o de otras naturalezas, que lo que vienen es a intentar cubrir el vacío que queda en ese abandono de esa fe tradicional. En este sentido, las Hermandades y Cofradías se convierten en colectivos que nadan a contracorriente, atrayendo a numerosos grupos de fieles y dando un notorio testimonio de fe. Es por ello que, atendiendo a la convocatoria del Santo Padre, los cofrades estamos llamados a ser peregrinos de la esperanza. El peregrino está asociado al camino. Y de emprender camino los cofrades sabemos bastante. Caminamos en la esperanza de seguir manteniendo, mejorando y conservando el valioso legado de fe que recibimos de aquellos que nos precedieron en estos colectivos religiosos (muchos con un largo e importante devenir histórico). Pero también peregrinamos junto a la Iglesia, junto a las otras muchas realidades eclesiales: solo juntos, como comunidad en Cristo, podremos hacer frente a los nuevos retos del presente, pero también a los que plantea el futuro.
Teniendo en cuenta todo lo dicho, se nos plantean una serie de deberes (y no solo para 2025):
· Aprovechar el impulso que esta convocatoria puede proporcionar a las Hermandades y Cofradías.
· Contribuir a que se siga reconociendo universalmente en la Iglesia nuestro potencial evangelizador y nuestro impulso del culto, de la caridad y de la cultura católica y la religiosidad popular propia de cada lugar. Las corporaciones son entidades catequéticas vivas.
· Hacer ver que formamos parte activa de las parroquias, de las diócesis, de la Iglesia. Nuestro deber es colaborar con nuestras comunidades, pero que también se nos aprecie como parte de las mismas, sin que se nos obstaculice el camino. Que se reconozca nuestro importante papel en muchos ámbitos eclesiásticos locales y que se acepte nuestra vocación de servicio, emanada de muy diversos carismas.
· Entrar en contacto con otras realidades eclesiales para estrechar lazos y hacer así mayor fuerza en beneficio del trabajo común.
· Vivir la identidad propia en armonía con la Iglesia, impulsando el acercamiento de los fieles, que forman las distintas corporaciones, a la vida de la misma, procurando aumentar la formación y la participación activa (más allá de todo lo convocado por cada entidad), comprendiendo las complejidades y particularidades de un movimiento tan diverso.
· Insistir en la importancia de la Imagen como objeto cultual que se convierte en instrumento y medio idóneos para vivir una experiencia de fe, de oración, de conexión con toda aquella realidad inefable a la que no sustituye, sino a la que remite. A pesar de que muchos dejaron claro la importancia de la Imagen en la liturgia, en la experiencia de fe, muchas veces, en ciertos ámbitos, la percepción limitada de esta realidad eclesial que nos ocupa afectó también a la percepción de la Imagen cultual. Pero en este sentido se manifestó el Papa Benedicto XVI, en más de una ocasión, recogiendo en sus acertadas palabras una antigua y larga tradición de la Iglesia: “…desde que Dios se hizo visible en Cristo mediante la encarnación, es legítimo reproducir el rostro de Cristo. Las imágenes santas nos enseñan a ver a Dios en la figuración del rostro de Cristo. Por consiguiente, después de la encarnación del Hijo de Dios resulta posible ver a Dios en las imágenes de Cristo y también en el rostro de los santos, en el rostro de todos los hombres en los que resplandece la santidad de Dios” (Audiencia general, miércoles 29 de abril de 2009).
· Mostrar al mundo que la labor de las Hermandades y Cofradías trasciende, con creces, el ámbito del culto público. De hecho es, al final, el porcentaje más pequeño de un todo. La mayor parte del año se dedica a otras muchas actividades en la que hacemos vida de Iglesia (impactando positivamente en la comunidad en muchos sentidos).
Caminemos, pues, como peregrinos de Cristo, procurando no perder la esperanza y perseverando en conservar los valores que hemos heredado, como preciado tesoro recibido. ¡Estamos llamados a tener esperanza en anunciar la esperanza que da sentido a nuestras vidas! Esta “nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz” (Bula Spet non confundit, de convocación del Jubileo Ordinario de 2025). Ahí tenemos nuestro asiento, ahí se halla nuestra motivación para seguir andando un camino espinoso. Sigamos dando público testimonio de fe, tomemos las calles, sigamos siendo lo que somos, sigamos siendo Iglesia
Adrián Torreblanca Leiva