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La imagen devocional (y IV) · La imagen de culto como experiencia de fe

Una imagen puede contribuir a que se experimente una profunda experiencia de fe, que puede marcar un antes y un después en el camino espiritual de una persona. Ejemplo paradigmático es el acontecimiento fundante de la experiencia mística en Santa Teresa de Jesús, que vino dado precisamente por una imagen: “Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar…Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal”. Esta contemplación le provocó una fuerte reacción emocional, pidiendo al Señor que la fortaleciese, para no ofenderle más. Precisamente ante esta imagen le dijo que no se habría “de levantar de allí hasta que hiciese lo que suplicaba”. Y añade: “creo de cierto me aprovechó, porque fui mejorando desde entonces”. Fue el inicio rotundo de un camino que habría de darle muchos frutos espirituales a la Santa de Ávila. Un camino que vendría por medio de una imagen. Un camino en el que la experiencia mística sería percibida y narrada con poderosas imágenes. “Procuraba representar a Cristo dentro de mí”, decía la Santa también, tras esa experiencia con la mencionada efigie del Cristo llagado. 

Santa Teresa de Jesús (Adrián Risueño, 1943-1949). Trono de la Virgen de la Esperanza (Málaga). (Eduardo Nieto)

Todo ese desarrollo histórico, doctrinal y artístico de la imagen como simulacro de la Divinidad, de la Virgen y de los Santos, llevó a que ese objeto de veneración tuviese una importancia fundamental en la experiencia de nuestra fe y a que se desarrollasen fenómenos devocionales que se extendieron en el tiempo en torno a imágenes de culto concretas. Era un medio visual, tangible, cercano en el que contemplar esa esfera misteriosa e incomprensible, independientemente de las circunstancias sociales de cada persona. Desde las personas más doctas en materias teológicas a las más humildes, todas pueden tener una verdadera experiencia de fe ante la imagen sagrada. Pues no solo se despliega la creencia, también entra en juego lo emocional. Además de la esfera de lo divino, de lo santo, encontramos la esfera de la propia humanidad de Jesús, de nuestra Santísima Madre, o de cualquiera de los numerosos Santos y Santas de nuestra Iglesia. Es ahí donde hallamos la correspondencia. En ellos vemos nuestras alegrías, nuestros anhelos, nuestros sufrimientos. Estas emociones, unidas a la belleza de la liturgia, en su manifestación interna o externa, en comunidad, crea una serie de condiciones que llevan a esa experiencia de la fe, que indudablemente refuerza la creencia y nos hace partícipes de esa dimensión inefable antes de la unión definitiva. Es aquí donde las Hermandades y Cofradías juegan un papel fundamental, por su potencial evangelizador, por su poder de convocatoria y por acercar ese misticismo (a través de muy diversas fórmulas, modeladas por las distintas tradicionales locales, en muchos puntos del planeta) a una amplia variedad de personas. Un fenómeno que, también, se extiende al ámbito de lo privado, donde las personas, las familias, continúan venerando esas imágenes devocionales, evocándolas en sus realidades cotidianas a través de la oración.

Detalle del besamanos de la Virgen de la Esperanza Macarena. (Álvaro Heras – Hermandad de la Macarena)

Desde el mero acto de pensar en el Santísimo Cristo de la Expiración o en María Santísima de la Esperanza hasta las más altas visiones y experiencias de Santos y místicos, encontramos el poder indiscutible de la imagen.   

Adrián Torreblanca Leiva