Blog Jubileo 2025

La imagen devocional (II) · Una imagen encarnada

El ser humano es una criatura sensorial. Los sentidos perciben el mundo, que es así interpretada. Y en esa interpretación el sentido clave es el de la vista. El ser humano es una criatura eminentemente visual. Y lo visual tiene una importancia capital en el fenómeno religioso. Precisamente el arte, que representa y que se concibe para ser visto, tuvo su origen al servicio de la creencia. El ámbito de lo inefable, que trasciende lo terrenal, en el que se cree y se tiene la esperanza, necesita también ser contemplado de forma física. Esto es lo que da sentido a la imagen cultual.

Cristo de la Vera+Cruz (José María Ruiz Montes, 2019-2020). Iglesia de la Asunción (Almogía). (veracruzdealmogia.com)

De esta manera, el mismo Dios que había hecho posible su creación a su imagen y semejanza, quiso participar directamente de la misma encarnándose Él, a través de la persona trinitaria del Hijo, en el seno de la Santísima Virgen. El Padre inconmensurable se abajaba a la condición humana en un cuerpo físico, siendo siempre Dios mismo, naciendo de una Mujer, y convirtiéndose así en un Hombre, al que muchos vieron, tocaron y con el que tantos interactuaron. La imagen se hacía tangible. Los que le vieron y reconocieron, veían al Hombre, aún siendo también el Dios. La imagen más etérea, abstracta, se volvía cercana, reconocible. El Dios verdadero de Dios verdadero estaba presente ante los hombres y mujeres en la corporeidad. Y ese mismo Hombre, padeció y experimentó la muerte, para salvación del género humano, dejando una huella indeleble en la historia. Pero también, y he aquí el misterio de nuestra fe, Cristo venció a la muerte y su corporeidad visible tuvo una nueva dimensión: el que había caminado por la tierra, sido admirado por tantos, hablado a las multitudes, muerto en la Cruz y sepultado, volvía de las sombras, triunfante, en su cuerpo glorioso, aquel que reflejaba las heridas de su necesario martirio.

Tras su Resurrección, apareció Cristo varias veces. Finalmente, tras realizar el envío de los Apóstoles, los bendijo, “se separó de ellos y fue llevado al cielo”. Cristo, en su ser humano y divino, regresa junto al Padre y, a partir de ese momento, la presencia física y corpórea del Hombre cambiaría y comenzaría la etapa del recuerdo y de la evocación. Los que lo conocieron lo recordarían; los que no, lo traemos a nuestra mente por la imagen-imaginación. Y su presencia se manifestaría a través del misterio de la Eucaristía: el pan y el vino transustanciados en el Cuerpo y la Sangre verdaderos.

Virgen de los Dolores (del Puente) (atr. Pedro Asensio de la Cerda, s. XVIII). Iglesia de Santo Domingo (Málaga). (doloresdelpuente.com)

De esta forma, esa huella indeleble que el Dios hecho Hombre deja en la historia, permanece en el corazón, en la palabra y en la imagen. Y, para llegar a tantos, precisamente fue la imagen una de las grandes aliadas. La imagen reflejaba la vida de Jesús y el misterio de nuestra redención. La imagen reflejaría todos los episodios de su encarnación. La imagen traspasaría los muros sagrados del Templo y formaría parte de la realidad del pueblo. Las Hermandades y Cofradías, en un camino largo y diverso, siendo de Gloria o de Penitencia, dentro del pueblo cristiano, desarrollaron una particular forma de rendir homenaje y veneración al Salvador, a su Bendita Madre, a los Arcángeles y Ángeles y a los Santos y Santas de Dios. En esas expresiones, que beben de lo profundo y de lo popular, surgió una poderosa fuente de piedad y enseñanza.

Adrián Torreblanca Leiva